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Ascender al volcán Lanín, un desafío al alcance de todos

9 de Marzo de 2015

El pico emblemático de la cordillera neuquina es siempre un desafío para los escaladores, pero también una aventura al alcance del turista común.

  • cara sur Lanin Foto Lanin desde lago Huechlafquen

Hacer cumbre en el volcán Lanín, el pico emblemático de la cordillera neuquina, es siempre un desafío para los escaladores, pero también una aventura al alcance del turista medio sin experiencia en montañismo, siempre que un guía lo lleve por la ruta correcta y tenga buen estado físico.El Lanín domina todo el parque nacional que lleva su nombre, en el sudoeste de Neuquén -límite con Chile- y desde cualquier punto de esta reserva se puede ver su típica forma cónica, como los volcanes de manuales escolares, azulado en sus laderas y con el bonete blanco de nieves permanentes en la cima.También se lo ve desde la ciudad más cercana, Junín de los Andes, a unos 60 kilómetros, por encima de bosques de pehuenes y cerros en cuyo verde resaltan el rojo y el amarillo de los notros y las jarillas en flor en esta época, por donde bajan correntosos ríos y arroyos de deshielo que alimentan los grandes lagos de la zona.Su cima, a 3.776 metros de altura, es una tentación para el turista de aventuras, a quien los guías de la ciudad allanan el camino, ya que para llevarlo sólo exigen un buen estado físico o entrenamiento como para cargar una mochila de unos 15 kilogramos durante dos jornadas y trekking de hasta 13 horas en un día.No hace falta tener conocimiento de montañismo, ya que la experiencia la ponen los guías, en especial aquellos que suben al Lanín desde que comenzaron las escaladas organizadas para el turismo en la ciudad, hace 18 años.La expedición es de dificultad técnica baja o media, pero exigente desde el punto de vista físico, por lo que los expertos la recomiendan sólo para gente con buen estado físico o entrenamiento específico para este tipo de actividades.La experiencia comienza en la tarde previa al día de la partida, con la charla a cargo de los guías y el chequeo del equipamiento, y sigue a la mañana, cuando se recorren las rutas 23 y 60 hasta el paso Tromen, donde se hace el rápido trámite de registro en la oficina de Parques Nacionales, que habilita la escalada.Pero la adrenalina comienza a fluir cuando se sale del bosque de ñires y lengas y se enfrenta desde su base la imponencia el Lanín para subir por su ladera norte, momento en el que surge una sensación de pequeñez al levantar la vista hacia la cumbre que parece tan cerca y a la vez inalcanzable. Todo lo que estaba cerca y era inabarcable con la vista -bosques, lagos, cerros, caminos y los puestos fronterizos- se aleja con la altura y de a poco entra en las lentes de las cámaras.Pronto se ven también pequeños los lagos argentinos y chilenos, como Tromen, Quillen, Huechulafquen, Epulafquen y Paimun, además de la ruta provincial 60 que en Chile es la ruta nacional 199. El trekking es lento, con descansos de 15 minutos cada hora y culmina al llegar a los domos del refugio, a 2.300 metros del altura, después de casi cinco horas. Las noches despejadas y en especial las de plenilunio -como en estos días- son ideales para contemplar la bóveda celestial con las estrellas al alcance de la mano o el paisaje iluminado sólo por la natural luz plomiza de la luna.Sin embargo, esa experiencia conviene dejarla para el inicio de la segunda jornada, ya queel primer día se cena temprano y se duerme desde las 19, para poder levantarse entre las 2 ó 3 y retomar la caminata rumbo a la cima, aún de noche. A partir de los 2.600 metros hay hielo y es necesario calzarse los grampones, en tanto se pueden registrar nevadas más arriba según el clima del día, que suele ser cambiante en la altura.La última jornada, los tramos a caminar son más extensos y se comienza en la oscuridad, pero al llegar a los 3.000 metros los expedicionarios son encandilados por el domo rojo del sol naciente, en unos amaneceres posiblemente irrepetibles. A veces se descubre que durante la noche se ha nublado, pero las nubes están más abajo que el camino, como una gran llanura grisácea y algodonada en la que sobresalen algunos picos.La mayoría está hacia el oeste y son los gigantes chilenos Villarrica, Quetrupillan, Osorno, Llaima, Mocho Choshuenco y el Volcan Puyehue. Desde entonces se comienza a sentir la amplitud térmica, ya que al frío de la madrugada le sucede un calor seco y despiadado, a veces cortado por brisas -o ráfagas- heladas que corren entre las grietas y se deslizan por la ladera.La marcha debe ser lo suficientemente sostenida para llegar a la cima a al mediodía, ya que por reglamentación de Parques Nacionales el horario límite para iniciar el retorno -y estar en la base antes de la noche-, es las 12.30. La meta se cumple en tiempo, después de pasar las últimas canaletas y una rimaya, y entre abrazos y risas los expedicionarios celebran haber puesto pie en las nieves eternas del pico del Lanín. Desde allí, pueden observar, en una panorámica de 360 grados que únicamente desde el pico del Lanín se puede obtener, el paisaje cordillerano y la Patagonia que se extiende infinita a ambos lados de la frontera.